La domesticación
de la cabra salvaje, posiblemente el primer animal de granja, en el Asia
sudoccidental prehistórica tuvo un profundo impacto en la cultura. Las cabras
daban leche y, puesto que se reproducían rápidamente y se pastoreaban con
facilidad, constituían una fuente estable de carne. Las comunidades no tenían
que pasar tanto tiempo cazando. Además, los animales proporcionaban fibra para
tejer y pieles para el vestido, recipientes impermeables ligeros y ofertas para
los dioses.
Las cabras
permitieron a los grupos humanos emigrar, ya que sus alimentos podían
"caminar" con ellos y no tenían que ser transportados. En verdad,
gracias a que las cabras pueden vivir en lugares inhóspitos, desde los márgenes
del Sahara a las frías cordilleras montañosas de Asia, y comen vegetación
amarga que no resulta apetitosa para otras especies, ofrecieron a la raza
humana la flexibilidad de vivir casi en cualquier sitio. Esa movilidad facilitó
el contacto y el diálogo entre pueblos diferentes.
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