EL IMPACTO DE LA PAPA EN LA CULTURA


La papa fue el primer cultivo de raíz que se convirtió en alimento básico de una civilización: los incas. Aunque los incas también producían maíz, algodón y lana de llama, y contaban con sofisticados sistemas de riego, elaboración de alimentos y tecnologías de almacenamiento, dependían de la capacidad de la papa para darse en todas las zonas cultivables de la dura región de los altiplanos andinos en América del Sur.
Un campo de raíces alimenta a más personas que un campo de trigo de dimensiones equivalentes. Aunque las raíces son nutritivas, aportan menos proteínas y más almidón que los cereales. Al ser más voluminosas, también resultan más caras de transportar. Así pues, estos cultivos tienden a ser alimentos locales que consume la población pobre.
Esas características iban a cambiar la dieta alimentaría y la historia europeas profundamente. Los españoles llevaron la planta de la papa a Europa en el siglo XVI y su uso está documentado en la Europa meridional en los dos siglos siguientes. No obstante, fue tan sólo en el siglo XVIII cuando, gracias a la demografía y a la ciencia, se logró llevar este humilde tubérculo a las mesas de la Europa septentrional. Más o menos en el mismo momento en que la presión demográfica estaba causando un aumento de la demanda de alimentos, los criadores de ganado desarrollaron por fin variedades de papa de madurez temprana, que se daban bien en las condiciones de crecimiento de las zonas septentrionales.
En opinión del escritor alemán Günter Grass, la papa, gracias a que puede cultivarse de forma rápida y barata, liberó a las masas del hambre, permitió que la clase obrera creciera más robusta y que más personas que trabajaban en las granjas pudieran incorporarse a las fábricas del siglo XIX. Las fábricas supusieron el desarrollo de una fuerte clase trabajadora que, a su juicio, democratizó Europa. 

Por otro lado, el impacto cultural de la papa en Irlanda generó controversia cuando se convirtió en un alimento básico en el siglo XVIII. Si bien se elogiaba este cultivo por proteger a los pobres del hambre, los críticos argumentaron que también había empobrecido a los irlandeses haciendo aumentar la población de tres a ocho millones en menos de un siglo, lo que provocó un descenso de los salarios. Algunos incluso criticaron a la papa como "mero" alimento, primitivo y carente de toda resonancia cultural, frente al trigo, que debía cosecharse, trillarse, molerse, amasarse y hornearse para obtener una hogaza de pan, con todas sus connotaciones de civilización y simbolismo religioso.
Irónicamente, cuando en 1845 el añublo destruyó la cosecha de papa en Irlanda -causando hambruna porque la gente dependía de un único cultivo para su supervivencia- los científicos tuvieron que acabar volviéndose hacia los Andes para encontrar una variedad resistente a la enfermedad.
La interdependencia de los recursos genéticos sigue siendo muy fuerte en todas las regiones y países del mundo. El diálogo entre las diferentes culturas es necesario para mantener, intercambiar y utilizar estos recursos y la información conexa con vistas a conseguir la seguridad alimentaria y una agricultura sostenible, tanto hoy como en el futuro.

www.fao.org

0 comentarios:

Publicar un comentario